LADIES CLUB Parte I Países hermanados

Es por todos sabido que tener un pasaporte español es una carta de presentación por el mundo llena de prejuicios. Hay algunos que no están muy alejados de la realidad y que te hacen agachar la cabeza como cuando dices «From Spain» y te contestan con el tríptico «España-Messi-Ronaldo». Cuando trabajé como profesora de español de extranjeros por primera vez en ocasiones escuchaba decir cosas que hacían que me hirviese la sangre: “En España hay crisis porque después de comer hacéis la siesta y trabajáis menos”. Cada uno maneja la información y su tiempo libre como quiere. Esto es así. Pero el tópico que siempre creí cierto era la cantidad desmesurada de fiestas y puentes que teníamos en España.

Por otro lado, si leemos el periódico de vez en cuando los números apuntan al elevado número de nuestras bajas laborales.

Pues bien, ni mis alumnos de español ni los periodistas ni los estadísticos pisaron jamás mi querida India.

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Venta de diosas para los altares de las casas con motivo de alguna festividad

Aquí hay dos costumbres más instauradas que el Tandoori. Son las siguientes:

  1. Tengo mil dioses. Tengo mil fiestas. Tengo mil dioses de decenas de estados y cada uno tiene una fiesta diferente. Yo soy humanista así que empezad vosotros a echar cuentas y seguro que ya no pondréis excusas para venir a verme. Lo haréis para quedaros y disfrutar del calendario laboral indio.
  2. “Estos días mi marido no va a trabajar. Su mejor amigo tiene una infección en una muela y lo ha acompañado al dentista” relataba una vecina en el ascensor. Esta anécdota también es muy habitual pero hay otra que me parece más fascinante. Cuando te refieres a un “friend”, lo haces como “my best friend”. Todos son mejores amigos. De ese modo te ahorras diferencias irreconciliables adolescentes y de paso te saltas el trabajo algún día que otro. Los indios son como los másters españoles: eminentemente prácticos.

Para entender la historia de hoy necesitáis otra información. Algo que he intentado ir ocultando durante estos meses pero que ya tenéis que saber puesto que tiene muchas papeletas para jugar un rol muy importante en mi estancia en Bhuban-is-war. Soy miembro/a del Ladies Club de mi urbanización.

A Ganesha, a Shiva y a Luckyme pongo por testigo que intenté por todos los meidos no hacerlo pero mi vida en el sur de Bengala no me ha dado otra opción. Necesito IN-TE-GRAR-ME y para tal fin me ha dado igual coger todos mis años de lecturas feministas y manifestaciones contra la ley Garzón del aborto, hacerlos añicos y lanzarlos por el balcón de mi casa mientras veía mis valores sobrevolar sobre el colapso de coches, las motos y las vacas de Kólpona Square.

Un día me enteré que el Ladies Club ofrecía clases de yoga, actividad que por increíble que os parezca, es bastante difícil de realizar en India si no quieres pillar hongos o caer desmayado del calor al segundo saludo al sol. Pero eso ya es lo explicaré otro día. Un pajarito me dijo que el Ladies Club ofrecía clases de yoga en la misma urbanización. Tener la clase de yoga en un lugar libre de insectos y humedades y justo en el bloque de al lado era lo mejor que me podía pasar en la vida en ese momento. Con un poco de suerte también haría algo de meditación y para mí, que todo el que me conoce sabe que soy muy madrugadora, empezar una clase de yoga a las seis de la mañana me parecía el súmmum de la felicidad india. Así que me puse mis mejores galas y fui directa a hablar con la presidenta del Ladies Club, una Madame que vivía en el bloque C piso 51 y a la que me había dirigido Deepak, un simpático señor que se dedica a cobrar recibos de escalera y que no sé muy bien a qué se dedica además de sonreír.

Radhika con su marido y su hijo pequeño
Radhika con su marido y su hijo pequeño

Cuando llegué me encontré con una de mis amadas puertas de casa tuneadas. Ahora ya no se lleva tanto pero hace unos años en las puertas de las casa podías encontrar una plaquita con el nombre de la familia que vivía dentro, alguna banderita de los que siempre han llevado su pueblo muy en el corazón e incluso yo había visto alguna simpática letanía enmarcada con alguna frase tipo: “Deja tu mal rollo fuera que ahora entras en mi casa”, “Aquí vive un riojano así que viva el vino”. MI-LON-GAS. ¡Qué discreción la nuestra al lado de mis nuevos paisanos! Al indio de verdad les gusta tener una buena entrada con mucha personalidad, un buen edificio donde no haya cabida para la homogeneidad Confieso que vivo en un noveno y cuando mi pánico a los ascensores y yo bajamos a hacer cualquier cosa a la calle, en ocasiones hago un poco de ruta por las atracciones de las entradas de los pisos.

Hay elementos imprescindibles tales como el oro, el mármol o el bambú. Y si puede ser todo junto mejor que mejor. También las banderolas que indican que alguna fiesta está al caer, algo que ya podréis intuir como algo muy habitual. Para los que no conozcáis la cultura india también es interesante saber que la esvástica es un símbolo muy común en la cultura india, así que no es raro encontrarse una gran simpática Ganesha que dan ganas de abrazarla al lado de una nube de esvásticas Yo ya me he acostumbrado pero al principio incluso me daba un poco de cosa mirar. Intentaré sacaros de dudas ya que una vez lo pregunté y tampoco me quedó muy claro. I will do my best. La esvástica en India, además del sentido de las agujas del reloj que simboliza el sentido del universo, también pretende ser una representación inmaterial de dios. Si es que estos indios lo quieren todo. ¿No tienen suficiente con dioses pastores de vacas, diosas elefantas rosas, shivas bailarines y shivas reflexivos, dioses monos y demás que también quieren una representación inmaterial? ¿Es que no tienen bastante? Eso es como cuando tienes mil vestidos en el armario y un deseo interior muy fuerte de gastar dinero y tu mente formula la necesidad imperiosa de “comprarte un básico”.

indian deities

Cuando llegué al bloque C piso 51 me recibió Radhika que no me preguntéis por qué, creo que me estaba esperando. En ocasiones veo espías. Y a mí ya me puede decir el socio misa, que a mí no me engañan. Pero es que ya pueden ser todo lo simpáticos que quieras, pero el indio es de por sí de una naturaleza bastante “curiosa”. En cuanto llegué Radhika me hizo pasar, así que me quité mis sandalias y entré en su casa. En las atracciones que tienen como entradas tuneadas los más detallistas también tienen un banquito para que te sientes para quitarte los zapatos e incluso una alfombrita.

Como final de la primera parte os diré que Radhika no es solo una de las mujeres con una de las presencias más imponentes que he visto en mi vida. Es elegantísima, tiene muchísima energía, es madre de dos hijos y una anfitriona de los pies a la cabeza.

Continuará…

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