Archivo de la etiqueta: Pinky

LA BODA. Parte 2. ¿Y ahora qué?

Cuando llegamos a la primera sala de la recepción de la boda, radiante (y rosa) nos esperaba Pinky en un escenario que tenía un sillón donde ella podía ir esperando a todos los invitados. Dos fotógrafos inmortalizaron el siguiente y Pinky me adelantó por primera vez lo cansada que estaba. Le pregunté si podía tocar su vestido. Pesaba solo la falda como el traje de la reina del carnaval de Las Palmas. Nos invitaron a continuar hacia el jardín. Allí había un buffet donde podías comer snacks típicos indios con la típica barrera entre vegetarianos y no vegetarianos. También había dos o tres meses donde algunas miembros del Ladies Club ya estaban preparadas para ir saludando al personal, entre ellas Purnima, Tripaswani y Neeru Aunty. Neeru… ¿sabéis cuándo de pequeño había una persona de vuestro barrio o familia que os daba mucho miedo? Pues esa es Neeru Aunty en la urbanización. Para los niños y para los jardineros resulta absolutamente pesadillesca. Neeru es la encargada de los jardines y la zona infantil, así que reparte broncas por igual. Por un lado a los jardineros para que mantengan como es debido las flores aunque sean las doce del mediodía, 45 grados a la sombra. Por otra a los niños, a los cuales no les permite jugar con la pelota porque destrozan los setos. Pelota que ve, pelota que va para su casa. Existe alguna leyenda urbana en la residencia sobre una habitación donde las guarda todas. Neeru también fue la causante del cisma que se dio el pasado octubre en el Ladies Club pero es una asunto que debo aún contrastar con mis fuentes y demasiado doloroso como para ser tratado de una forma frívola.

Además de las mesas con comida y bebida, aquí una imagen del paan
Además de las mesas con comida y bebida, aquí una imagen del paan

Allí estuvimos un rato charlando con todos los que venían a hacernos la retahíla de preguntas “Indian meets foreigner”:

  1. ¿Qué estáis haciendo aquí?
  2. ¿Os gusta la comida? ¿Es muy picante?
  3. ¿Dónde vivís?
  4. ¿Habéis visitado el templo del sol de Konark? ¿Y Puri?
  5. ¿Cuándo venís a tomar el te a casa?

Y así estuvimos hasta que pasamos a otro salón donde también había otro buffet de platos principales. Ya me habían comentado en alguna ocasión que en las bodas se comía lo mismo que en otras ocasiones así que, aunque todo estaba bastante bueno, yo no paraba de pensar en una conversación que había tenido con Pinky el día anterior.

MARIA: ¿Estás nerviosa?

PINKY: No, solo contenta

MARIA: Mañana verás a mucha gente que no conoces. ¿Cuánta gente viene por parte del novio de Bangalore?

PINKY: No muchos, 80 más o menos

MARIA: Vaya, son muchos. ¿Y por tu parte?

PINKY: 520 aproximadamente

 Yo no veía ahí a 520 personas ni por asomo. Entonces empezaron a llegar más amigos de la urbanización. Me pareció curioso que algunos acudieran al evento sin sus maridos o algunos sin sus mujeres.

Al mismo tiempo, otro de los frentes de curiosidad abiertos con los que lidiaba era ratificar que, realmente, no se servía alcohol. ¿Ni un triste vaso de cerveza? ¿Ni siquiera una copa de ese zumo de uvas indio que aquí le llaman vino? NADA. La bebida se limitaba a un batido de almendras típico para las ocasiones y a un Masala Soda, que consiste es mezclar Sprite, naranjada o Thumbs-Up (Coca Cola india) con polvos picantes. Seguimos con el agua.

Las sobrinas de Pinky que fueron las que mejor se lo pasaron gracias a la barra libre de helado
Las sobrinas de Pinky que fueron las que mejor se lo pasaron gracias a la barra libre de helado

Iba entrando cada vez más gente pero no daba la impresión de que el local estuviese lleno hasta los topes. A todo esto, yo iba avistando a Pinky que seguía haciéndose fotos con los que llegaban y sentándose en un su banquito de princesa. Cuando llegaron las diez y media, la madre de Pinky vino a decirnos únicamente al socio y a mí, que ya llegaba el novio. Sacamos los móviles raudos y veloces y fuimos para allá. Entre otras cosas porque nos dijeron que el sobre con el regalo se daba al principio de la boda y nosotros llevábamos ya casi tres horas allí. Abandoné a Naresh que seguía comiendo helados como si no hubiera un mañana y fuimos al hall principal. Esta fue la imagen:

 img_1474

Me gustaría haber tomado otra foto del resto de la sala pero no dábamos crédito a lo que veían nuestros ojos. Allí ni el Tato apareció para recibir al novio. La gente seguía en los dos salones comiendo y charlando. Ni siquiera Pinky se mostró demasiado emocionada. Es más, los novios ni se saludaron. Al Papun, el novio, le llevaron junto con el señor que oficiaba la ceremonia y allí se quedó. Pobres de nosotros, fuimos corriendo a avisar a la gente que ya entraba el novio, ¡que ya viene! ¡que ya viene! Pues bien. En los salones de la comida y la bebida ya no quedaba prácticamente ninguno de nuestros amigos y conocidos. Empezamos a buscar y no encontrábamos a nadie. De repente, como caída del cielo, mitad americana, mitad india, Trapaswani me agarró del brazo y me dijo.

  • María, hace mucho tiempo la gente se quedaba a ver el ritual entero. Era muy importante. Ahora los indios solo vienen a comer y se va.
  • ¿Y tú qué vas a hacer? Para nosotros esto es un poco raro.
  • Mi conductor me está esperando. Bye Honey!
La primera plegaria de tres (de dos horas cada una)
La primera plegaria de tres (de dos horas cada una)

Se lo explicó al socio y se empeñó en negar la evidencia. Fuimos a hablar con Pinky y nos volvió a decir lo cansadísima que estaba, que quería irse a dormir pero que le esperaban tres ritos: primero dos horas con el novio, luego dos horas con ella y luego dos horas los dos juntos. En un atisbo de esperanza, el socio tuvo una iluminación:

  • Marie, vamos fuera, seguro que han contratado una discoteca móvil
  • Uy sí, vayamos, seguro que están ahí dándolo todo a ritmo de Salman Khan

Corrimos esperanzados mientras sujetaba mi sari. Tampoco. Fuera únicamente había una concentración de chóferes haciendo la digestión y el ruido ensordecedor de Nandankanan Road.

 A todo esto, una presencia se iba moviendo a nuestro alrededor. Era Naresh diciendo: “Come, come, gari, gari (coche en oriya)”. Yo creo que el muchacho aún se está partiendo la caja con sus colegas explicándole cómo los guiris no sabían qué estaban haciendo allí aún, vestidos de tres mil botones y viendo cómo, poco a poco, el número de invitados iba decreciendo.

Y así nos quedamos, compuestos, sin amigos y viendo a Pinky más aburrida que una ostra, whatsapeando con sus amigas y haciéndose selfis con el móvil.

img_1472

Decidimos que ya que habíamos seguido todas las tradiciones, ¿por qué no irnos? No había visto al socio más contento desde que España ganó el Mundial. Llegamos a casa a las 22.30, ducha, pijama y a dormir que mañana será otro día.

Aprovecharé para confesaros que esta semana he vuelto a ver “La boda del monzón”, “Bodas y prejuicios” (versión janeausteniana india) y algún tráiler más. No sé si sabéis que aquí existe lo que le llaman la “Wedding Season”. Los novios se casan en función de la posición de la luna y únicamente durante dos meses más o menos. Pero por encima de todo lo que puedas leer, está lo que te explica clara y llanamente la gente de aquí. El pasado sábado me confirmaron que todo eso de las bodas indias, como muchas cosas más aquí, no son otras cosas que mitos que nacen del imaginario occidental. Y sí, sí que hay un lugar donde se celebran las bodas tal y como desde nuestras casas nos imaginamos. Son las bodas del Punjab. He aquí un ejemplo y tomo nota para la próxima temporada de bodorrios: