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Las 5 cosas que debo hacer en Bhuban-is-war antes de la llegada de Trump al Despacho Oval

Voy a explicaros algo que quizá os deje con la boca abierta, si es que las curiosidades que os voy contando por aquí aún no han minado vuestra capacidad de sorpresa. Ayer, 9 de noviembre, no fui consciente de la catástrofe que se avecinaba con la elección del Señor Naranja (¡Arriba “El Mundo Today!) como presidente de la imbatible USA. Eso de imbatible está por ver hasta su primera visita oficial al subcontinente asiático. Aquí somos más, tenemos más dioses y nos importa tres pitos lo que pase fuera. Y si no te lo crees, intenta cruzar una calle. Eso sí que es jugarse el pellejo, amigos de Wisconsin. En la India estamos muy curtidos en cuanto a peligros cotidianos se refiere.

Imagen de C4learn.com
Imagen de C4learn.com

Yo no fui consciente de la catástrofe porque resulta que, a las ocho de la mañana, cuando me disponía a salir de casa para dar mi clase me di cuenta que tenía muchos whatssups, enlaces en biografía de Facebook y a Krishna como una loca llamando a mi timbre para avisarme de algo que había sucedido de un día para otro. ¿Un terremoto otra vez?. Pues no pero casi. El querido Prime Minister Narendra Modi había decretado la noche anterior que, para ‘asustar y castigar’ a todos aquellos que tuvieran cantidades ingentes de dinero negro en sus casas, a partir de las ocho horas siguiente y hasta el infinito, NADIE podía usar billetes de 500 o de 100 rupias. Eso, en un “cash country” como dice mi amiga australiana, es un completo y absoluto “disaster”. Debías ir al banco a ingresar tus billetes si es que podías. No voy a volver a hacer broma sobre la cantidad de gente que hay en este país. Aquí una cola no es como la de los frikis que van a Plaza Cataluña a comprar el Iphone 7. Y lo mejor de lo mejor: no podías sacar dinero de un cajero en 48 horas. El socio y yo, que siempre vamos con la cartera que parecemos dos niños que se han gastado la paga semanal el domingo por la tarde en el cine y en chuches, os podéis imaginar la gracia que nos hizo. Especialmente a mí. Él ha absorbido el espíritu de la calma y la quietud india y ha decidido que ya se ha enfadado bastante en esta vida. No pasa nada, ya me encargo yo de eso. Somos una pareja muy bien compensada. Él se calma, yo me enfado. Él pide el vino, yo me lo bebo. Si yo hago dieta, él adelgaza y yo no.

El anuncio sorpresa del que os hablaba
El anuncio sorpresa del que os hablaba

Os diré que a mí el Narendra Modi este no me cae nada bien. Ni él ni su partido conservador, ni su chaleco de lino. Pero en India criticar al presidente es algo muy mal visto así que me desahogo por aquí con vosotros. Los amigos indios tienen una extraña afición a la adoración de los líderes y si no lo sabíais, os recomiendo encarecidamente que visitéis la entrada en la que hablé del fenómeno superventas del “Mein Kampf” en India.

Pues bien, durante mi cruzada personal contra la decisión anunciada con menos de doce horas de diferencia del amigo Narendra Modi, yo no estuve del todo pendiente de la que se nos avecina (colegas). Así que hoy, al salir de yoga a las ocho de la mañana y con toda mi paz interior en todo lo alto, he empezado a ser consciente de la magnitud de la tragedia. Sobre todo porque tengo a Katryn y a Víctor, dos de mis amigos más queridos, en Estados Unidos y conociéndolos como los conozco, deben de llevar dos noches o a whiskys o a diazepans.

De ahí he saltado al pensamiento recurrente y que nos durará dos semanas escasas en las redes sociales de: “¿Y si este tipo hace explotar el planeta?”. Y así, de repente, como si de una aparición mariana se tratase, han pasado dos señoras fantásticas con su sari conduciendo su Scooter. Inmediatamente he pensado: “¿Por qué ellas sí y yo no? ¿Acaso estoy perdiéndome cosas en esta vida?”. Siempre he querido llevar una moto en Barcelona pero yo, que soy de talante distraído, trasladaba la decisión a otra vida excusándome con mi amor incondicional por los autobuses metropolitanos. Por un momento me he echado a atrás en mi decisión, ya que he recordado el “pathos” griego que me invadió cuando mis pies apuntaban a la cuarta convocatoria para aprobar el examen teórico del carnet de conducir. Os confesaré que lo que me hizo aprobar fue la siguiente reflexión descartesiana: “Si Jesulín de Ubrique puede, yo también puedo”. Aprobé la teórica a la cuarta, la práctica a la segunda porque en la primera llovía monzónicamente en el Poble Sec. Pero solo Dios sabe lo que sufrí.

Pero vamos a lo que vamos. A eso de Trump liándola parda. Entre señoras en sari en una moto, una vaca cruzando y el vendedor de cocos jóvenes, he pensado que si Donald va a hacernos desintegrarnos en cuestión de meses y he dejado anotada una lista de cosas que hacer en mi próxima vida, ¿por qué no llegar ya con unas prácticas bien fresquitas a mi futura reencarnación?

Así que, en cuanto he llegado a casa, me he hecho un chai y he redactado la lista de cosas que, si el Señor Naranja va a mandar a tomar por saco a la humanidad, yo no me he atrevido a hacer desde que vivo en mi pueblo de la India por miedo a la muerte inminente.

Aquí va mi top 5:

  1. Voy a comer “street food” en Master Canteen. De una vez por todas tengo que usar el cargamento de Omeoprazol que me traje de España. Así que mañana, que tengo salida con Krishna y con Santosh, y a pesar de que ella trate de impedírmelo, voy a comer cualquier cosa que preparen en los puestos de la peor zona de la ciudad donde se reúnen todos los conductores de tuctucs a ponerse las botas.
  2. Voy a decirle a los vecinos que sí, que aceptamos su oferta de prestarnos la moto que sus hijos dejaron aquí cuando se marcharon a Rajastán y a Bangalore a estudiar. Haremos de la calle, los baches y las cacas nuestro campo de batalla. A ver dónde conseguimos dos cascos. ¿Os he dicho alguna vez que aquí esto del casco ‘como que casi que no’?

    Foto de Robert Schmidt en http://vermaasindia.weebly.com/art--politicalsocial-issues.html
    Foto de Robert Schmidt en http://vermaasindia.weebly.com/art–politicalsocial-issues.html
  3. Voy a visitar el zoo de Nandakanan este mismo fin de semana. Ahora ya es invierno (25 grados) y es una actividad que puede llevarse a cabo. Se comenta que hay dos tigres de Bengala blancos. Esto deberé reflexionarlo un poco más porque no soy muy partidaria de los zoos. Pero justamente a este no he ido nunca por otra razón de peso que seguro que comprendéis. Tengo el antecedente de haber visitado el parque de atracciones de Bhuban-is-war y no tuve narices de escribir una entrada para relataros el estado de las instalaciones. Ahí lo dejo. Ñam, ñam, ñam, españoles tikka masala.
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  5. Voy a desafiar a la suerte y voy a echarle una mano a la madre naturaleza. En casa, a partir de hoy mismo, no vamos a comprar más botellas de agua. Vamos a comprar un purificador, que es lo que todo el mundo usa aquí y que nosotros nos hemos negado a adquirir por miedo a los problemitas intestinales. ¡Sí queridos! ¿Quién quiere garrafas de cinco litros si puedes cargar con botellas de uno?
  6. Voy a volver a Udayagiri, que es un famoso templo milenario que todo turista en Bhuban-is-war, si es que ese concepto existe, debe visitar. Por si no lo recordáis, es un templo plagado de monos tamaño niño de seis años, bien grandecitos. Ya que en Bali hice un espectáculo dantesco en el Monkey Forest de Ubud cuando me atacaron los macacos comebananas, voy a superarme a mí misma y voy a acudir allí con un buen cargamento de plátanos y voy a reconciliarme con el mundo de los simios. img_0077

Señor Trump, solo le pido que si al final decide acabar con todos, a nosotros nos deje para el final. Créame que aquí va a tener mucho trabajo dado todas las fobias que ha venido expresando en las apariciones de los últimos meses. No nos falta de nada. Tenemos hasta un tercer género reconocido en muchos estados, algo que pondría los pelos a su amigo el vicepresidente, el exterminador de gays. Pero permítame que le recuerde algo que me dijeron cuando llegué a este curioso país y que es una verdad como el templo de Jagannath de grande: “Indians always win”. Son muchos, armados de tradiciones ancestrales inamovibles y peligrosos.